sábado, 6 de octubre de 2007

CARTAGENA


Adiós a las enfermeras divinas
Las Hijas de la Caridad abandonan la ciudad tras 150 años cuidando enfermos crónicos en el Hospital de Caridad
06.10.07 -
PEDRO CONESA/La Verdad

«Son muchos años y muchos sentimientos. Hemos hecho nuestra vocación que es ayudar a los enfermo y ahora son momentos muy tristes. Tenemos mucho dolor pero debemos seguir nuestra misión y añoraremos esta ciudad». La que habla es Sor Adela, una de las Hijas de la Caridad del Santo y Real Hospital de Caridad (conocido popularmente como Los Pinos), quien deja junto a siete hermanas la ciudad tras casi siglo y medio cuidando de personas desfavorecidas. Trabajadores y enfermos ya dicen que su tranquilidad y su bondad dejará al centro hospitalario sin parte de su alma.

Las monjas no quieren grandes homenajes, se resisten a ello. Se quieren ir en silencio, sin hacer ruido, como tantas de sus compañeras lo hicieron a lo largo de las últimas décadas, pero los recuerdos flotan en el ambiente del hospital por su inestimable ayuda en tiempos difíciles y de penuria.

La escasez de personas con vocación religiosa ha sido la culpable. En verdad sólo tres religiosas quedaban ya en activo, pues la mayoría supera los 65 años, aunque su entrega y su labor humanitaria hace que estén permanentemente de guardia. Algunas han llegado a estar noches enteras para atender sanitaria y espiritualmente a pacientes graves. Buena prueba de ello podría dar Sor Teófila que a sus 90 años todavía se levanta cada mañana para dar de comer y sanar a los enfermos. Lleva 50 años realizando esa tarea con esmero y vocación.

«Son muchos años en la ciudad y tenemos sentimientos muy fuertes hacia el pueblo. Es doloroso marcharse. Se podría decir que ya hemos cumplido nuestra misión. Hace un siglo las hermanas salían a la ciudad a pedir limosnas para poder cuidar a los enfermos. La situación ha mejorado y eso ya no se hace porque se cuentan con más recursos», dice Sor Adela.

Como todo en esta vida, los pacientes y sus compañeros sanitarios han mostrado su malestar ante la marcha de las hermanas pero respetan que es su obligación y una misión que persiguen desde hace siglo y medio. Se ha convertido en la conversación principal en los corrillos del centro y se resisten a perder a las personas con las que tantos momentos han compartido.

«He llamado dos veces a la hermana superiora de Madrid para que no se las lleve. La orden está cursada pero aquí nos resistimos a que se marchen. Es imposible pensar en este hospital sin su asistencia. Yo trabajé con ellas en los quirófanos muchos años y me lo han enseñado todo. Lo lamento pero no se puede hacer nada. Todavía no me lo puedo creer», explica Ana María Celdrán sin poder reprimir las lágrimas. «No serán las últimas», añade la trabajadora del hospital.

Gran aprecio

«La gente se acerca para preguntar si es verdad lo que se oye ya que le cuesta asimilar el Hospital de Caridad sin nosotras, aunque existan razones fuertes. Hemos llegado a la conclusión que no podemos mantener la presencia de la Comunidad en el centro hospitalario. En estos años hemos notado la cercanía y el aprecio del pueblo de Cartagena hacia nosotras y sólo tenemos palabras de gratitud. Es una gran pena para todos», dice Sor Adela, con la mirada triste al horizonte.

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