sábado, 13 de octubre de 2007

Banderas hasta la bandera


El paseo de la Castellana se llenó de enseñas nacionales, que se vendían por el recorrido del desfile a 10 y 15 euros
NATALIA JUNQUERA / JORGE A. RODRÍGUEZ - Madrid - 13/10/2007

Varios puestos en lugares estratégicos, en las calles aledañas a la plaza de Colón, vendían enormes banderas, a 10 y 15 euros, que unos metros más adelante, agitaban a duras penas niños del tamaño del palo. En las vallas dispuestas para ver el desfile había todas las posibilidades posibles: unos la llevaban a modo de capa, otros de delantal, enrollada a modo de cinturón o de pañuelo alrededor del cuello. Después de la bandera (con toro, sin toro, con escudo, con corona...) el producto más solicitado era una bufanda en la que se leía: "Raza española, orgullo nacional". El paseo de la Castellana estaba de banderas hasta la bandera.

La mayoría acudió en familia por eso a primera hora de la mañana, frustrados ante la imposibilidad de encontrar un buen sitio, en una y otra esquina se repetían las peleas entre padres e hijos: "Si te hubieras levantado antes de la cama, no hubiera pasado esto...". Pero sonó el himno, se oyó el primer ¡Viva España! y se calmaron los ánimos. Hasta que apareció el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y empezaron los abucheos.
La mayoría no alcanzaba a verlo pero los pitidos corrieron como una ola por el paseo de la Castellana: "¡Za-pa-te-ro, di-mi-sión! En ese momento, el Rey, acompañado por el presidente del Gobierno, el del Congreso y el del Senado, llevaba una corona de flores en honor de los militares muertos en misiones en el extranjero. La bronca rompía el silencio debido al homenaje a los caídos por España.
"Es la primera vez que vengo al desfile. Tenía muchas ganas porque he estado viendo la guerra de las banderas y lo que hacen con las fotografías del Rey y no me ha gustado nada", explicaba Paula. "Yo no suelo venir, pero esta vez había que estar porque Zapatero nos quiere llevar a la tercera República y no se lo podemos permitir", añadía otra mujer.
Sin gritos ni pitidos, pero de manera muy evidente, los espectadores volvieron a demostrar su malestar con el presidente del Gobierno recibiendo con frialdad a la Unidad Militar de Emergencias (UME), creada con la única finalidad de atender a los ciudadanos afectados por desastres y, durante el desfile, de asegurar las transmisiones y el servicio de megafonía. "Ésos son los que ha creado Zapatero a su imagen y semejanza", comentó un hombre con desprecio mientras pasaban varios camiones de bomberos.
Nada que ver con la euforia que despertaron a su paso la Guardia Civil y los legionarios, tradicionalmente los más vitoreados en los desfiles: "¡Viva la madre que os parió!", gritaba el público apasionado. La cabra de la Legión causó furor en los niños, aunque inquietó a los más pequeños: "¿Papá, se la llevan para comérsela?", preguntó uno.
Mientras, turistas despistados peleaban por levantar sus cámaras por encima de las cabezas y fotografiar una escena con la que no contaban. Otros se hacían fotos con los escasos militares de uniforme que había al otro lado de las vallas. También había muchos inmigrantes, como Norberta, una monja peruana que aseguró que acude al desfile todos los años desde que se vino a España, hace tres: "Me ha parecido maravilloso. Me encanta verlos desfilar, lo único que me da rabia es no haber cogido un buen sitio", lamentaba.
Familiares de soldados de España de origen ecuatoriano o colombianos paseaban orgullosos la bandera española, mientras jaleaban a los suyos. Al final del desfile se les veía pasear ufanos por la calle de Serrano, en grupos familiares. "Vamos todos a celebrarlo a casa, porque ha sido muy emocionante", comentaba la ecuatoriana Ludivina, con la boina negra de su hijo apretada al pecho. Él sonreía con un niño cogido de cada mano.
"Yo tampoco he visto casi nada, y eso que he venido toda la noche conduciendo desde Sevilla", añadía otro de los espectadores muy enfadado con un militar retirado que desde la tribuna, se había pasado todo el desfile peleándose con los niños por la primera fila. O aquel otro, al que una enorme bandera le tapaba la vista.

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