lunes, 19 de mayo de 2008

Los asaltos violentos y a plena luz del día siembran el temor en el Campo de Cartagena

«Tanto tiempo trabajando y ahora hay que estar mirando hacia atrás», lamenta un campesino
ALICIA NEGRE/ La Verdad
Hace muchas semanas que Ginés no limpia su coche. «Así no le resulta goloso a nadie», comenta irónico mientras conduce por el camino de tierra que atraviesa su finca de Pozo Estrecho. Ha empeñado toda su vida y su dinero en sacar adelante una ambiciosa plantación que ahora ve amenazada. Hacía meses que oía hablar a sus vecinos de los robos violentos como el peor de los enemigos. Un buen día éste se personó en sus tierras.


«Cuando se bajó del tractor, vio un automóvil de lujo aparcado en la puerta y pensó que debía ser algún representante agrícola». Ginés Bermúdez aún tiembla de rabia cuando recuerda el ataque que recibió su tractorista el Viernes de Dolores a las tres de la tarde. «Se metió en la finca y tropezó con dos jóvenes que le pidieron trabajo». El tractorista se vio obligado a explicar a los dos extraños que no podía darles un puesto en la finca porque estaban cubiertos.


Esta negativa fue el detonante de una brutal paliza de la que los dos jóvenes sólo sacaron provecho gracias a una escasa cantidad de dinero y un reloj que consiguieron arrebatarle. Este tipo de robos se han convertido en algo usual en el entorno de Pozo Estrecho y La Palma y, tal y como alertó esta semana Coag, en todo el Campo de Cartagena. Los asaltos a las fincas agrícolas ya no esperan a ser arropados por la oscuridad y, cada vez más, utilizan la violencia como garantía de éxito. «A veces tengo que venir por la noche a controlar el riego y, la verdad, es que da mucho palo», comenta Bermúdez.


Este miedo es compartido por la mayoría de agricultores que laboran en la zona. «Tanto tiempo trabajando -lamenta un vecino-, y ahora te pasas el día mirando hacia atrás». La desconfianza es tanta que han comenzado a organizarse para ofrecer a sus campos la vigilancia que no llega de otros flancos.


La organización agraria Coag denunciaba esta misma semana la alarmante falta de patrullas de la Guardia Civil para cubrir estas zonas. La mayoría de los afectados comparten los argumentos de sus representantes. «Si hubiera cierta vigilancia serían muy fáciles de detectar», explica Bermúdez. «Siempre suelen ir en furgonetas desvencijadas que seguramente serán robadas». A la espera de una solución, estos campesinos siguen acudiendo cada día a sus tierras a defender una labor que le legaron sus mayores. La única diferencia es que ahora labran sus campos con el móvil en el bolsillo. Por si acaso.

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