viernes, 3 de agosto de 2007

47 EDICION DEL CANTE DE LAS MINAS DE LA UNION

Con la asistencia de muchisimo público y con la presencia del Sr. Alcalde, se inauguró anoche la 47 Edición del Cante de Las Minas de La Unión

El pregón inaugural, fue realizado por el periodista JUAN RAMON LUCAS.
Aquí reproducimos el pregón completo y algunas imágenes y un vídeo sobre el evento.
Hacer click sobre las fotos para ampliarlas y sobre el video para visionarlo

Pregón

Late el corazón. Late preciso, acompasado. Le mueve el dolor y le urge expresar el sentimiento.

Late firme, con ganas, lleno de vida. Empuja la sangre…arriba, arriba…hasta que llega a la garganta

No hay trampa. No puede haberla en lo que sale al aire…porque nos lo acaba de mandar el corazón. Y es de verdad.

Muy buenas noches.

No tiene el pregonero ambición de docencia ante el público que le escucha.

No quiere pregonar ni la nueva de este encuentro flamenco, que años lleva en lo más alto del olimpo, ni la evidente virtud de este arte vivo y creciendo desde los siglos del tio luis el de la juliana, dos y medio…o cuatro.

No…Este año el pregonero quiere, con su permiso y a su salud, cantar a la gloria de un descubrimiento.
Desnudar el alma, abrir su corazón fascinado a este arte tan vuestro, tan nuestro; tan vivo y tan auténtico, como injustamente relegado en tiempos a rincones de exquisitos o celdas de marginales.

Vengo aquí a confesar a todos ustedes la emoción de un descubrimiento esencial. A revelar, con la ayuda de la voz y la música que nacerán hermanas, desde el corazón, lo que piensa y siente quien se despierta a la más radicalmente sincera y visceral de las expresiones artísticas a nuestro alcance: el flamenco

Diego Manrique, crítico de Rock, esa música en la que yo crecí, en la que yo creí y sigo creyendo, hablaba del flamenco en su prólogo a la biografía de Camarón, como “aquellos cantos rudos y feroces con unas letras que apenas entendía…y lo poco que entendía, peor, ya que describían unas formas de vida que me resultaban tan ajenas como las de las tribus de cazadores de avestruces australes”.. eso decía.

Y lo traigo aquí porque define muy bien lo que muchos sentímos durante mucho tiempo: distancia, lejanía.

No habíamos tenido aún la fortuna de de ver lo que el vió, de sentir lo que sintió…de recibir como recibió la luz del flamenco, este arte tan furiosamente apegado a la vida, de la gargante y la guitarra del gitano rubio de la Isla.

Durante muchos años el flamenco me pareció a mi también un arte incomprensible, no diré que menor, pero lejano. Más primo del SPAIN IS DIFERENT, del folclore de meyba y alpargatas, que sangre de mi sangre o entraña de los mios.

El tópico cubria el arte en cuerpo y alma, y los árboles del folclore castizo, que tanto sirviera de excusa cultural a los años sombríos, me impedían ver el hermoso bosque del arte del tablao y el cante jondo. Ni siquiera atendía a la viva y grata impresión que me producía el baile (me gusta aquella forma de moverse de Antonio Gades, del que Neville decía que hacía literatura con el cuerpo).

Nada, no veía nada. Estaba, como muchos, más atento al rock, y los sinfónicos..al funky

…Si lo más triste que escuchábamos, lo más sentido desde dentro, eran aquellos blues de las largas madrugadas…


…Ni de lejos percibía yo el latido del flamenco, más allá de lo que veía bailar –que, repito, sin entender me gustaba- o lo que escuchaba a un Paco de Lucía o a Manolo Sanlúcar…
A este joven estudiante le apasionaba la guitarra. La de Hendrix, o Clapton o Page en Led Zeppelín…y, sin duda, la de Paco de Lucía. O hasta en alguna ocasión Tomatito o los Habichuela…
Pero a estos no los veía como artistas flamencos, sino como virtuosos españoles sin género ni raza. Bien…pero de llegarme dentro, nada.

Reconocido lo cual, confesaré también mi sospecha de que aquella atención, aquel gusto sin pulir por ciertos sonidos y estéticas flamencas, fuera algo parecido al principio. Que entonces, de una forma quizá muy sutil, pudiera el flamenco empezar a entrar en mi inconsciente con todo aquello…con aquella guitarra de Paco de Lucía.


Si así fuera…todavía me faltaba mucho para saberlo.
Contemplando aquello años después, cuanto tiempo veo perdido.

Si hubiera escuchado sin el complejo de que lo de fuera es bueno y lo nuestro no tanto; si por un segundo me hubiera detenido a pensar que flamenco era algo más que el flolclor oficial y los tablaos pa turistas; …cuanto más habría disfrutado en mi vida de lo que más amo, que es darle al cuerpo y al alma la alegría del gozo de lo que llega a los sentidos porque de ellos sale.

Si hubiera atendido…

Si en vez de ver de lejos, por ejemplo, el cante de las minas, hubiera puesto el oído y abierto el corazón…si hubiera mirado a la unión como algo más que una cita anual ajena a mi cultura –que osada es la ignorancia- habría entendido que si habia lucha y había sentimiento, era aquí, en las galerías

Porque aquí, cada año, cantaba, tocaba y bailaba lo mejor de cada casa, incluida La Unión…que. Eleuterio había salido de la mina…La mina, que además, era para mí, por familia y origen, un territorio conocido. De cuya dureza y tragedias había vivido en mi propia familia.

Porque si las canciones mineras de la Asturias de mis padres elevaban la euforia anímica del inquieto aspirante a la igualdad universal, o sea, yo… qué no habrían hecho conmigo las letras de los cantes mineros que igualan la condición universal del hombre como víctima de un sufrimiento de siglos. Habría tenido conciencia de la condición humana más allá de cualquier fugaz episodio revolucionario. Habría aprendido más del hombre que de sus batallas…Porque –y que me perdonen mis paisanos revolucionarios- si unos me hacían creer que había que cambiar el mundo, otros, los de aquí, cantaban para hacernos entender el por qué.

¿Verdad que no hace falta saber de vinos para distinguir uno bueno?...porque eso se siente, se nota. Como tampoco es necesario ser filósofo para gozar de Cervantes o Shakespeare…sólo hay que abrir el corazón.

Siempre me fascinó el dramaturgo inglés. Creo que ha conseguido retratar como nadie, con precisión de ingeniero matemático algo tan difícilmente mensurable como la intensidad de las pasiones humanas.



Dice OTELO

(quisiera que vivieses
pues a mi juicio
es una dicha morir)

Qué cruel dedicatoria. Qué profunda y dolorosa verdad…hay sufrimientos que sólo alivia la muerte. Y no te la deseo a ti, dice el atormentado noble veneciano, para que sigas penando.
Pues pa mí la quiero yo…canta desde ese sufrimiento y siglos después el flamenco.

¿qué quieres que yo le haga?
Una pena sin alivio
Sólo la muerte la acaba

Si Cervantes expresa como ninguno lo mejor y lo peor de la España de la conquista y los bandidos, del carácter de lo que aún hoy somos, su contemporaneo Shakespeare relata, describe, articula y crea intensísimos momentos en los que el corazón se desborda en todas las direcciones posibles y habla como nadie de lo que en lo más profundo de nuestro ser tenemos los hombres y las mujeres, eso que se llama condición humana.

El arte de ambos es universal porque nos describe a los hombres sin fronteras…sabe de lo mejor y lo peor que todos tenemos en común.

¿No es algo así el flamenco?

Si uno goza de aprender cómo somos y lo que sentimos, si disfruta de Cervantes y de Shakespeare, si había vibrado con las falsetas de Paco de Lucía, si había sentido en algún lugar del alma la apasionada precisión del bailaor, si la sangre de la mina era mi sangre, si tenía esas ganas de vivir…Cómo no iba a estar abocado a meterme de lleno en el flamenco?

Solo necesitaba, como cualquiera enamorado de la vida y con ganas de darle cuerda, un pequeño empujón para abrir los ojos al arte, a su expresión, al sentimiento…a la verdad del alma, de la cabeza a los pies.

Y me enamoré…cómo no hacerlo?

Me atrapó esa energía desbordante, aparentemente desatada pero fruto desde dentro de un singular equilibrio entre razón y sentimiento…que aquí hay también lenguaje y reglas.

Hace un año vine por fin a La Union. Me trajo Sandra, a quien tanto debo y con quien tanto vivo, avisándome de que después de estar ahí sentado nada sería igual. Y tampoco aquí te equivocaste.
Ahí abajo, desde donde están ustedes, mi inicial escepticismo se fue transformando sorprendentemente. Primero, en cercanía, después admiración, luego entrega…y volví a casa con el flamenco en vena, como un san pablo arrojado del caballo por la luz de Meneses, la furia de Agujetas, la virtud del nano de jerez…o la feliz osadía del compadre dieguito.

Cuanto respeto, cuanta responsabilidad transmitían quienes aquí arriba estaban. Cuanta verdad aquí arriba y allá abajo. No crean que esta noche no me pesa.

Me enamoré, repito, como sólo puede enamorarte quien te toca el corazón … sin que mi alma se hubiera vestido para esa ocasión. Sin apenas anestesia.

Quizá mi espíritu estuviera preparado, pero aún sin influencias previas, sin predisposición, creo que aquello tenía que haberme llegado…porque era auténtico.

Porque cuando un cante flamenco sale al aire, sale empapado en verdad y en sangre. La verdad del dolor del alma, del sufrimiento que no se escribe y por eso se canta.

Es la expresión del gitano…o del minero, que no fueron a la escuela pero sacan del cuerpo la voz y del alma el flamenco y expresan entonces lo que sienten dándoselo al aire con más vigor, más soltura y más arte que miles de cuartillas escritas por el ingenio de la pluma más apasionada.

Estamos ante la expresión brutal e incuestionable del sufrimiento de los marginados que toma la garganta y puliéndose desde la sombra del secreto gitano va cobrando forma.

El recién llegado a esto cree que el flamenco sólo se puede cantar con sentimiento. Que aquí no caben actores ni pusilánimes…que esto vive, cuenta y tiene que doler..

Si cuando aquí en La Unión le preguntan al Peti qué siente al cantar, dice…”Un golpe de sangre entre los dientes”

Las coplas, añade Manuel Machado, no se escriben, se cantan y se sienten, nacen del corazón y no de la inteligencia y están más hechas de gritos que de palabras.

Lo jondo, ve este apasionado pregonero, sólo es jondo porque es sincero…

Y el converso siente que el flamenco es como la mirada de quien te ama, que entra por la piel, por los sentidos, que no pasa el filtro de la razón porque no le hace falta.

Viaja de corazón a corazón, del alma del que canta, baila o toca a la entraña del que escucha ensimismado, como sumido en lo mas profundo de la meditación, del rezo…y sólo puede sentirse como sienten los místicos la voz del espíritu, la palabra de dios. Te agita, te hace grande, te eleva el alma.

Y saben lo que creo? Que la poesia del flamenco está más en el cante, que en el texto, en el baile, que en la coreografía, en la guitarra sonando, más que en el pentagrama.

Habla más la guitarra dejándose llevar por unos dedos que sangran pena, que por los académicos que rozan la perfección formal. Duele más un cante rasgado, roto en la garganta del fondo de la mina, que una entonada coplilla bajo unos focos.

Dice más el cuerpo conmovido de la gitana sola, bailando entre las tablas su lamento, que la fria técnica de pasos armoniosos para el cliente del qué bonito.

Lo cual no niega que esto deba tener un orden. Como ahora veremos…un respeto.
Ya he dicho que veo el flamenco como el arte que retrata lo que somos, la verdad de nuestra condicion humana. Y lo repito porque voy a la prueba del nueve de que esto es así…Nacemos con dolor, pero la vida no es sólo eso. Como el hombre, el flamenco también surge del sufrimiento de quien canta lo que no escribe. Pero como el hombre, también goza y es feliz. Nuestro arte lo ve, y lo cuenta…qué digo, lo estimula.

Si hay momentos para la fiesta, momentos para el encuentro, para celebrar la vida o ahuyentar la muerte; si disfrutamos de la familia, los amigos, la religión…el flamenco está también con nosotros
¿No hay un palo que se llama alegría?

Como en la vida, pasamos del quejío al alborozo en un instante
Porque el cante es agua manantial en el pecho de la gente cuando rie o cuando llora, que escribió Antonio Machado.
Como sale de la calle, es de la gente y se amolda a sus ánimos, buenos o malos, que hay otra vida con la que nos sobreponemos al dolor del corazón o a la oscuridad de la mina.

Tu madre no me quiere a mi
Tu madre quiere a la reina
Vaya por ella a Madrid

O la del solearero Antonio Frijones

Me llaman curro frijones
Y no me caso con la farota
Pa no echarme obligaciones

Lo saben…¿no? Naturalmente, se casó con la farota.

Las coplas son del pueblo y el pueblo las ha hecho suyas, esa es también la energía y la fuerza del flamenco.

Liturgia única… la oscuridad, la sobriedad del espectáculo, el cante que es sólo cante, la guitarra sonando según la llevan los dedos mágicos del artista volando sobre las cuerdas….el baile…

Todo es arte puro, alma en estado vivo. Dicen que el alma pesa veintitantos gramos, el alma flamenca pesa mucho más, toda una vida.

Uno llega a pensar que el psicoanálisis debía mirar al flamenco. Fijarse en lo que aquí llamamos duende…¿no es acaso el inconsciente individual y colectivo que sale a la luz, que cruza el aire desde la garganta o la guitarra del flamenco? Lo define muy bien Tomatito: “el duende es lo que surge cuando el cantaor, bailaor, guitarrista, se olvida de donde está y se deja llevar por pura inspiración. Es un cambio de consciente a inconsciente- aquello que sale del alma en un momento inesperado”. Cuantas horas de diván se ahorran en el flamenco…

Estamos ante un arte liberador y libre.
Pero cuidado, no lo confundamos con anarquía. Ya lo decía antes… aquí tiene que haber orden, porque el desorden no es arte, por mucha pasión que le pongas.

Y aquí hay pasion, hay verdad y hay mucho brotar del corazón, pero también un respeto. Como en la vida, aquí no vale todo.

Y aunque el flamenco, como dice Rancapino, se cante con faltas de ortografía, no cuaja el lamento sin ornamento, porque no es arte, se queda solo en la queja.

El valor que tiene el flamenco, lo que le otorga la categoría de arte es la extraordinaria capacidad de convertir el quejío en armonía sonora.

Como gran literatura que es, el flamenco tiene que contar los sentimientos, los mejores y los peores, con el lenguaje más hermoso.

Su esencia, entiendo, es esa confluencia entre el lamento puro, la queja, y su expresión auténtica, y la capacidad de armonizar los sonidos que salen del corazón y la garganta…o los pies, o las cuerdas de la guitarra.

Ni desde fuera se rebate que algunos de los mejores músicos españoles de hoy y de siempre están y han estado en el flamenco. Hay que ser muy artista para combinar ténica y pasión y que aquello suene como dios manda…o incluso mejor de lo que espera el cielo.

Y hablando de divinos mandatos, no quiero cerrar esta noche de música y palabras sin olvidarme de donde estamos, y rendir, siquiera con una cita, un modesto homenaje a aquel alicantino a quien tanto debemos todos.

Ha llegado un forastero
A la sierra de la unión
No trabaja de minero
Lo llaman en la región
El rojo el alpargatero.

Qué vivo está hoy…

Murió la mina, se cerraron aquellas cuevas de dolor. Quién le iba a decir a La Unión, que aquellos mineros de almería que a mediados del siglo 19 vinieron a esta nueva California con los cantes de la mina en la maleta y la garganta, que siglo y medio después, estaría tan viva la herencia, tan presente aquel arte, tan principal su sentido en este templo.

Gracias por el privilegio de esta noche flamenca.

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