lunes, 7 de diciembre de 2009

La ONU cifra el éxito de Copenhague en lograr «acciones significativas que comiencen al día siguiente de su clausura»

Representantes de 192 países discuten en la capital danesa la revisión de los compromisos asumidos en 1997 por una parte de la comunidad internacional para combatir el cambio climático
El Protocolo de Kioto ha producido resultados muy heterogéneos y poco contrastables en un entorno de opinión cada vez más sensible al problema de la degradación medioambiental
El objetivo central de la histórica cita es conseguir que la temperatura media mundial no crezca más de 2 grados centígrados este siglo con respecto a los niveles preindustriales

07.12.09 - 18:38 -
AGENCIAS BRUSELAS /La Vardad

Desde hoy y hasta el próximo día 18, delegados de 192 países se congregan en Copenhague para discutir una revisión de los compromisos asumidos en 1997 por una parte de la comunidad internacional para combatir el cambio climático. Aquellos acuerdos dieron lugar a lo que se conoce como el Protocolo de Kioto, que ha producido resultados muy heterogéneos y, sobre todo, poco contrastables en un entorno de opinión cada vez más sensible al problema de la degradación medioambiental del planeta.
Lo que se busca en la capital danesa es un refuerzo de las medidas contempladas en el pacto suscrito en la ciudad japonesa más allá de su vigencia, que concluye en 2012 y, principalmente, la aceptación del compromiso que se alcance. Los focos se centrarán especialmente en países como Estados Unidos, China, India o Brasil, que se mantuvieron al margen de la disciplina de Kioto por razones políticas, económicas o procedimentales.
El objetivo central de la histórica cita es conseguir que la temperatura media mundial no crezca más de 2 grados centígrados este siglo con respecto a los niveles preindustriales. Puede parecer un objetivo menor, pero los expertos de Naciones Unidas han llegado a la conclusión -no exenta de polémica, por cierto- de que el calentamiento del planeta puede crecer entre 1,8 y 4 grados, y que en 2100 se podrían alcanzar 6,4 grados más con respecto a 1990. ¿Las consecuencias? Catástrofes imprevisibles, aumento del nivel del mar y desaparición con ello de extensos territorios poco elevados, olas de calor y sequías, destrucción de ecosistemas completos, mengua de las reservas de agua potable, hambre y desolación.
Llega "el momento de actuar"
Por todo esto, el primer ministro danés, Lars Loekke Rasmussen, ha aprovechado la inauguración de la cumbre para insistir en la necesidad de alcanzar "un acuerdo que satisfaga a todas las partes y que sea, además, fuerte y ambicioso". En el acto de apertura de "la mayor movilización para combatir el cambio climático", que ha comenzado con un retraso de casi una hora, Rasmussen ha mostrado su confianza en los participantes para lograr un acuerdo y ha recalcado que los líderes mundiales -110 jefes de Estado y de Gobierno- "no han venido a Copenhague sólo para hablar, sino para actuar".
El responsable de la ONU sobre cambio climático, Yvo de Boer, se ha referido a términos similares a los empleados por el dirigente danés y ha señalado que sólo se podrá hablar de éxito si se acuerdan "acciones significativas e inmediatas que entren en vigor al día siguiente de su clausura".
De Boer ha recordado que la cuenta atrás ha empezado y que es hora de dar respuestas, por lo que ha pedido a los delegados de 192 países reunidos un "pastel de Navidad" formado por tres capas. En primer lugar habrá que consensuar la implementación de acciones inmediatas de mitigación, adaptación, financiación y tecnología; luego asegurar la financiación a largo plazo y por último una visión compartida sobre un futuro bajo en emisiones de CO2 para todos.
El acuerdo debe ser construido "ladrillo a ladrillo" y "de abajo a arriba", ha afirmado De Boer, ya que ésa es la única manera de garantizar el éxito. "Se acabó el tiempo de reiterar posiciones y de declaraciones, hace falta acción real".
También la presidenta de la conferencia, Connie Hedegaard cree que ha llegado "el momento de actuar". "Sé que hay muchos obstáculos. Pero depende de nosotros, de los que estamos en esta sala. Y es factible". "Ni la ciencia ha sido nunca tan clara, ni las soluciones tan abundantes, ni la voluntad política tan fuerte", ha recordado Hedegaard, quien sostiene que "pasarán años" hasta que se vuelva a dar una conjunción de factores como ésa, si es que llega a ocurrir. "Ha llegado el momento de dar al mundo el rumbo correcto, mientras aún estamos a tiempo".
Posiciones distantes
Copenhague es el momento escogido para salvar al planeta de los efectos de un capitalismo desmedido. Las distantes posiciones entre países y bloques regionales, sin embargo, despiertan serias dudas de que se pueda alcanzar un acuerdo de amplio espectro.
El Protocolo de Kioto, aprobado en 1997 y en aplicación desde 2005, establece que 39 países desarrollados o en evolución hacia una sociedad de mercado deberán reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero un 5,2% con respecto a los niveles de 1992 entre 2008 y 2012. La Unión Europea se impuso un 8% en ese reparto de responsabilidades. El objetivo parece logrado a pesar de que algunos de sus socios, como España, no respeten sus cuotas. Los últimos datos de emisiones le atribuyen a nuestro país en 2007 un incremento del 2,1% en esas emisiones -9,3 millones de toneladas equivalentes en CO2- y sólo con respecto a 2006. En 2007, la Comisión estimaba que España estaría en 2010 un 14,2% por encima de los niveles de emisiones de gases atribuidos en la distribución de los esfuerzos del tratado nipón.
Al margen de las consideraciones derivadas de Kioto, Copenhague exhibe otras ambiciones. Europa ha declarado su compromiso, pase lo que pase en la capital danesa, de reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero un 20% en 2020 con respecto a 1990 -el 13% en comparación a 2005- y subiría hasta el 30% si otros países industrializados hicieran lo mismo. Sus planteamientos no son muy secundados por las grandes potencias industriales del planeta y las naciones en desarrollo como India rechazan asumir compromisos significativos o han efectuado formulaciones tramposas. «Tenemos grandes problemas de homogeneización de propuestas», reconocía esta semana una de las responsables comunitarias de las negociaciones en Copenhague, la portuguesa Rosario Bento.
La mayoría de las grandes potencias han establecido una horquilla de máximos y mínimos con respecto a sus posibles compromisos. China, por ejemplo, ha optado por un planteamiento complejo y difícil de comparar con el reto del mundo. Pekín sostiene que va a reducir su «intensidad de carbono», expresada en emisión de contaminantes por unidad de PIB, entre un 40% y un 45% de ahora a 2020. Eurofer, el 'lobby' siderúrgico europeo, ha hecho sus números y estimaba esta semana que, con su oferta, lo que gigante asiático busca es garantizarse un incremento real de emisiones de CO2 de entre el 75% y el 90%.
Pekín se desmarca
China ha superado ya a Estados Unidos en volumen absoluto de emisiones, aunque per cápita los números sean, lógicamente, más bajos. En su reciente visita a Pekín, José Manuel Durao Barroso reclamó a Wen Jiabao un esfuerzo mayor en Copenhague y el líder chino, simplemente, ignoró la demanda. Las proyecciones de la Comisión Europea anticipan que, si no hay cambios, los países en desarrollo emitirán en 2020 en términos absolutos más gases causantes del efecto invernadero que los industrializados.
India, otro gran contaminador, mantiene ocultas sus cartas y Brasil pretende reducir entre el 36% y el 39% sus emisiones con respecto a las previsiones de 2020, pero esencialmente combatiendo la deforestación amazónica. Y si ponerse de acuerdo sobre las unidades de medida no fuera de por sí complicado, otros aspectos muy sensibles de la conferencia pueden dar fácilmente al traste con ella. Los países pobres, por ejemplo, dicen que los males del clima los han causado los ricos y que si ellos tienen que sacrificarse ahora, se les tiene que recompensar por ello. La Comisión Europea ha calculado que las ayudas a las naciones en vías de desarrollo por este capítulo deberían ascender a 100.000 millones al año en la próxima década, de los que el 30% correspondería a la UE, el 24% a EE UU, un 8% a Japón y otro tanto a China. Pero los intentos de los Veintisiete de repartir la parte correspondiente de ese esfuerzo entre sus miembros han fracasado hasta ahora y Washington y Pekín se han puesto de acuerdo, durante la reciente gira de Barack Obama por Extremo Oriente -el presidente norteamericano ha anunciado su presencia en la clausura de la cumbre-, para aparcar el tema hasta que corran mejores tiempos para la economía.
No menos delicado es el carácter jurídico del hipotético compromiso de la capital danesa. ¿Obligará o no a los firmantes? Europa va a esta conferencia a por todas incluida la formulación de un presupuesto de urgencia para lanzar las operaciones en los países en vías de desarrollo. Posiblemente, la mayor parte de sus interlocutores no compartan esas ambiciones.


La capital del clima, bajo una seguridad extrema
Copenhague se blinda con un dispositivo de seguridad sin precedentes para acoger la Conferencia sobre cambio climático .
El Gobierno del primer ministro Lars Løkke Rasmussen aprobó recientemente un presupuesto de 622 millones de coronas danesas (84 millones de euros) dedicado exclusivamente a medidas de seguridad.
Climate Justice Action, plataforma que agrupa a más de medio centenar de organizaciones que estarán en Copenhague para presionar a los participantes en la cumbre a firmar un tratado vinculante para frenar el calentamiento global, ha avisado de acciones de protesta de diverso tipo durante la cumbre.
La principal movilización será una manifestación el 12 de diciembre, que coincidirá con otras en diversas partes del mundo, aunque cuatro días más tarde está fijada una concentración en los exteriores del Bella Center, el palacio de congresos que acogerá la cumbre.
El dispositivo de seguridad danés incluye la implantación temporal de nuevas competencias para la Policía, como la posibilidad de realizar detenciones preventivas de 12 horas ante el riesgo de incidentes.
Dificultar el trabajo de los agentes policiales estará penado hasta con 40 días de prisión, cuando antes sólo ocasionaba una multa, y las sanciones económicas por negarse a seguir las instrucciones de la Policía se duplicarán.
La Policía controlará la frontera con Alemania para impedir la llegada de activistas sospechosos, y contará con la ayuda de agentes alemanes y suecos y con 1.100 personas del servicio de protección civil, cuyo trabajo concreto no ha sido aclarado por las autoridades.






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