Rocío González/ Cartagena/ la Verdad
Vía Pública reclama civismo y apenas recurre a las multas para conservar la imagen de edificios o farolas o bancos
El Ayuntamiento se declara incapaz de luchar contra la proliferación de carteles
Las fachadas de muchos edificios e incluso el tronco de algunas farolas ha desaparecido. Casi no se ven, porque les cubre un manto de papel de todo tipo. «Se vende coche...», «Chica responsable busca trabajo», «¿Buscas trabajo? Llámanos», «Compro Oro»... Estos son algunos de los anuncios que deterioran el mobiliario urbano de la ciudad y cuya colocación está prohibida por la normativa municipal pero sigue siendo multitudinaria.
Anunciarse en la calle es una práctica que va a más no sólo en el municipio, sino en toda España. En algunas ciudades como en Valencia, el Ayuntamiento ha tenido que tomar medidas drásticas para erradicar la plaga de carteles ilegales lo antes posible. Allí se multa con tres mil euros a los ciudadanos a los que sorprenden en plena infracción.
En Cartagena, el concejal de Vía Pública, Javier Herrero, se muestra más reacio a sancionar a los infractores. «Sorprender a la gente y ponerle multas es muy difícil de hacer», afirma.
Las farolas, los postes de teléfono y las zonas de obras se han convertido en improvisados tablones de anuncios. Existe una ordenanza municipal que recoge la imposición de sanciones económicas. Sin embargo, la dificultad para imponer las sanciones es alta.
«Legalmente es muy difícil la tramitación de la sanción salvo que se encuentre al responsable en el instante en el que pega los carteles», explica Javier Herrero.
Las brigadas municipales de limpieza y la unidad de desempleados que el Ayuntamiento contrata para detectar incidencias en la vía pública tienen el encargo de las autoridades municipales de eliminar todo lo que puedan. De hecho, en algunas farolas del centro sólo quedan restos de papel celo y poco rastro de los anuncios.
De todas formas, en muchas otras calles y avenidas no pasan ni horas desde que quitan un folio hasta que alguien llega y coloca otro nuevo.
«No podemos multar al señor o a la señora del que aparece el número de teléfono en el cartel porque, lógicamente, puede ser que esa persona no haya sido el que ha pegado el cartel. Podemos sancionar cuando vemos el hecho, pero insisto en que es difícil», añadió el responsable de Vía Pública.
Normativa sin cuantías
En cuanto a la cuantía de las multas que estipula la ordenanza, no hay un máximo o un mínimo, según dijo un portavoz de la Policía Local.
«Todo depende del alcance de la la infracción, de dónde esté colocado el papel o el cartel, etcétera. En realidad, no hay ninguna cuantía fijada», comenta.
Paseando por la ciudad, uno puede leer un reclamo publicitario en el que la protagonista en Marina, una joven profesora de matemáticas. Su número de teléfono está repartido por el mobiliario urbano del ensanche.
«Realmente fueron mis alumnos los que colgaron los carteles. Y la verdad es que son efectivos, y más ahora en verano, porque hay muchos críos que necesitan clases de refuerzo de mates y los padres me llaman. Y, por supuesto, sale más barato poner un papel en la calle que pagar por poner un anuncio», destacó.
Antonio, otro vecino con quien se puso en contacto este diario tras leer su anuncio en la calle, destacó también las ventajas de un sistema que sin embargo estropea la imagen de la urbe. «Si tu vas paseando y te paras en el semáforo, siempre te paras a mirar los carteles que hay al lado y, si es de algo muy atractivo o se refiere justo a algo que estás buscando, ¿a que coges el papelito con el teléfono y te lo llevas a casa? Yo lo he hecho en alguna ocasión. Por eso, ahora que lo necesito, cuelgo carteles», razonó.
Al concejal de Vía Pública no le gusta este hábito, y reclama mayor civismo: «A todos nos encanta hablar bien de nuestra ciudad. Pero, ¿se puede hablar bien de Cartagena cuando hay decenas de anuncios que deterioran y degradan el mobiliario urbano? El Ayuntamiento puede recurrir a las multas, pero yo lo que pido a los vecinos es que cuiden la ciudad como algo propio».
Vía Pública reclama civismo y apenas recurre a las multas para conservar la imagen de edificios o farolas o bancos
El Ayuntamiento se declara incapaz de luchar contra la proliferación de carteles
Las fachadas de muchos edificios e incluso el tronco de algunas farolas ha desaparecido. Casi no se ven, porque les cubre un manto de papel de todo tipo. «Se vende coche...», «Chica responsable busca trabajo», «¿Buscas trabajo? Llámanos», «Compro Oro»... Estos son algunos de los anuncios que deterioran el mobiliario urbano de la ciudad y cuya colocación está prohibida por la normativa municipal pero sigue siendo multitudinaria.
Anunciarse en la calle es una práctica que va a más no sólo en el municipio, sino en toda España. En algunas ciudades como en Valencia, el Ayuntamiento ha tenido que tomar medidas drásticas para erradicar la plaga de carteles ilegales lo antes posible. Allí se multa con tres mil euros a los ciudadanos a los que sorprenden en plena infracción.
En Cartagena, el concejal de Vía Pública, Javier Herrero, se muestra más reacio a sancionar a los infractores. «Sorprender a la gente y ponerle multas es muy difícil de hacer», afirma.
Las farolas, los postes de teléfono y las zonas de obras se han convertido en improvisados tablones de anuncios. Existe una ordenanza municipal que recoge la imposición de sanciones económicas. Sin embargo, la dificultad para imponer las sanciones es alta.
«Legalmente es muy difícil la tramitación de la sanción salvo que se encuentre al responsable en el instante en el que pega los carteles», explica Javier Herrero.
Las brigadas municipales de limpieza y la unidad de desempleados que el Ayuntamiento contrata para detectar incidencias en la vía pública tienen el encargo de las autoridades municipales de eliminar todo lo que puedan. De hecho, en algunas farolas del centro sólo quedan restos de papel celo y poco rastro de los anuncios.
De todas formas, en muchas otras calles y avenidas no pasan ni horas desde que quitan un folio hasta que alguien llega y coloca otro nuevo.
«No podemos multar al señor o a la señora del que aparece el número de teléfono en el cartel porque, lógicamente, puede ser que esa persona no haya sido el que ha pegado el cartel. Podemos sancionar cuando vemos el hecho, pero insisto en que es difícil», añadió el responsable de Vía Pública.
Normativa sin cuantías
En cuanto a la cuantía de las multas que estipula la ordenanza, no hay un máximo o un mínimo, según dijo un portavoz de la Policía Local.
«Todo depende del alcance de la la infracción, de dónde esté colocado el papel o el cartel, etcétera. En realidad, no hay ninguna cuantía fijada», comenta.
Paseando por la ciudad, uno puede leer un reclamo publicitario en el que la protagonista en Marina, una joven profesora de matemáticas. Su número de teléfono está repartido por el mobiliario urbano del ensanche.
«Realmente fueron mis alumnos los que colgaron los carteles. Y la verdad es que son efectivos, y más ahora en verano, porque hay muchos críos que necesitan clases de refuerzo de mates y los padres me llaman. Y, por supuesto, sale más barato poner un papel en la calle que pagar por poner un anuncio», destacó.
Antonio, otro vecino con quien se puso en contacto este diario tras leer su anuncio en la calle, destacó también las ventajas de un sistema que sin embargo estropea la imagen de la urbe. «Si tu vas paseando y te paras en el semáforo, siempre te paras a mirar los carteles que hay al lado y, si es de algo muy atractivo o se refiere justo a algo que estás buscando, ¿a que coges el papelito con el teléfono y te lo llevas a casa? Yo lo he hecho en alguna ocasión. Por eso, ahora que lo necesito, cuelgo carteles», razonó.
Al concejal de Vía Pública no le gusta este hábito, y reclama mayor civismo: «A todos nos encanta hablar bien de nuestra ciudad. Pero, ¿se puede hablar bien de Cartagena cuando hay decenas de anuncios que deterioran y degradan el mobiliario urbano? El Ayuntamiento puede recurrir a las multas, pero yo lo que pido a los vecinos es que cuiden la ciudad como algo propio».
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